001:02 ·Gilberta· #2

Detenido ante la puerta, se apreciaba en su porte que tiene vergüenza. No sabría definir si por el, hacia el, por nosotros o para las personal del local.

    -Si lo prefieres lo tomamos fuera, pero no habrá problemas. Me hago responsable, tienes mi palabra.
    -Nunca había estado aquí, no parece un bar.


Dijo mirando al interior; escudriñándolo, averiguando que tipo de local era ese, que personas habría dentro, a que se tendría que enfrentar. Mientras yo observaba si se decidía o no, el revisaba en su mente las posibilidades: "Me a dado su palabra, me trata de usted, tiene en cuenta que pueda cambiar de opinión, siempre puedo irme, no tengo nada que perder, no me queda ni vergüenza"

    -Lil, ¿pedirías por mi?
    -Si, ¿que te quieres?


Mientras le indicaba mi apetencia, que ya la conocía, le comunique con la mirada que se dirigiera a el.

    -Fernando, ¿tu que tomas?, porque te quedas ¿verdad?
    -Eehh... No quiero molestarles chicos, sera mejor que me vaya.
    -Disculpe, pero nosotros le invitamos; no nos molesta. De todas maneras si prefiere marcharse es completamente libre de hacerlo, ahora o después. No nos lo tomaremos a mal.
    -¿le pido algo?
    -De acuerdo, tomare ese chocolate, pero sigo sin saber que tipo de local es este.


Con Lil por delante, entré con Fernando por el umbral de la puerta de entrada del antiguo local.
En el había pasado muchas horas en mi juventud, había recurrido en múltiples ocasiones a el para aclararme las ideas, reunirme con amigos o parejas, o simplemente, leer un libro en paz. Pese a ser un local bastante popular y concurrido, las personas que lo habitaban, mantenían esa capacidad de no estar presentes para el resto; como si de una cortina invisible separara las mesas, sofás y banquetas que tenia por "vegetación" el local. El hábitat era hogareño, maderas, luces tenues, muchos detalles en estanterías, paredes y hasta en el suelo.
Mientras Lil pedía en barra, acompañe a Fernando al llamado sótano, un piso bajo al que se accedía por una semi-escalera de caracol. Hay abajo, se relajo mucho mas; por contrario a lo que esperaba, puesto que la salida estaba mas lejos y pese a ser un lugar amplio, solo tenia un acceso; pudiera ser que la causa de su sosiego fuera por ser los únicos que estábamos ahí en ese momento. Mientras me quitaba la chaqueta y la colocaba en uno de los brazos de los sofás que allí se encontraba, el, casi como un niño pequeño, se dedico a fijarse en los posters fotos y dibujos de las paredes y techos.
Lo estudiaba atentamente mientras se acercaba a una escultura que representaba el busto de la Mona Lisa cuando Lil apareció.

    -Nene; como siempre hay que pagar al momento y yo no traje la cartera, ademas necesito ayuda.
    -Perdón amor, me despiste, vamos.


Fernando ya no me preocupaba tanto, desde que empezamos la caminata hacia el local se había relajado bastante. No sabia que le ocurría a aquel hombre, pero estaba dispuesto a saberlo; como mínimo, a otorgarle unas horas de tranquilidad y desahogo.

Ya habíamos pagado y estábamos esperando a que nos entregaran la comanda; es un buen local, pero ese es uno de los 3 fallos que tenia, no sirven en mesa, se paga al momento y no se tocan los intrumentos.
La camarera; una de las gemelas dueñas del local, se nos acerco y con cara temerosa por saber lo impropio de la pregunta, sucumbió a la curiosidad.

    -Disculpad, pero ¿ese hombre, os acompaña o se os acoplo?

Lil, que pese a no gustarle en absoluto la idea de ir acompañada de ese extraño desaliñado, percibía la dirección y tono de la pregunta, vencida por el ímpetu ataco sin ser herida.

    -Si, nos acompaña. ¿Hay algún problema?

El corte no era necesario, pero yo ya sabia el motivo de su respuesta tajante.

    -Si, nos acompaña el caballero; le indico también que no lo conocemos de nada y que de antemano me hago responsable de absolutamente todo. De todas maneras no tendrá problemas con el.

Como siempre el mi vida, bastaba que abriera la boca, para que todo se fuera al traste.
Como si de un mal juego del destino se tratara, un piano empezó a sonar. Tecla a tecla, sin ningún ritmo u sentido. Era ruido de piano. Eso no era bueno.
Al tiempo que cogía aire para responder, no al comportamiento de aquel individuo que acababa de meterme en un aprieto, si no a la expresión de cólera a punto de explotar de la camarera que, hasta aquel momento, siempre había sido amable.
El piano se silencio.

Nuestras caras cambiaron, contuvimos todos el aire a la vez, los finos vellos de nuestras pieles se erizaron simultáneamente. se hizo el silencio en el local, no se apreciaba nada que no fuera el melodioso y paradisíaco sonido procedente del bajo del local.

Música; pero una música que removía las entrañas, que le daba un vuelco al alma; provocaba una tristeza que antes no había sentido. Las sutiles pulsaciones de las tecla, que golpeaban las tensas cuerdas del interior del instrumento, transmitían mejor que las palabras, poemas u imágenes cualquier sentimiento.
Una pena difunta nos alcanzo a todos. La camarera, que hasta hacia 30 segundos me hubiera gritado airada, estaba llorando desconsoladamente, en silencio y pese a eso, en su rostro se apreciaba la sorpresa, sensibilidad y sentimientos encontrados que la recorría.

No podía dar crédito a lo que estaba viviendo. Todo el local estaba paralizado, inmóvil.
En la entrada, empezaba a aglomerarse una cantidad de personas considerable, asomando la cabeza dentro, mientras en sus rostros se percibía la gracia y tristeza de percibir el melodioso sonido.
Decidí bajar, era el único, exceptuando los que entraban en el local, que se movía .

Baje las escaleras silenciosamente, con un respeto infundido por la vibrante sensación.
Quería acercarme más, pero era imposible.

Aquel hombre, a 4 metros de mi, sentado frente al piano, era como tocar el Sol; el aura proyectada era hermosa, pura, brillante, cegadora; si lo tocabas seria igual que arder en vida por osar interrumpir su vital obra.

Hay; de pie, sin percibir nada mas que las ondas transportadas por el aire, el piano y su corazón, humano como ningún otro, que lo hacia vivir.

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